domingo, 5 de mayo de 2013


Avance del nuevo Plan Energético Nacional

El Plan Energético Nacional (PEN) para el periodo 2013-2033, que se recoge en el presente documento, es la respuesta necesaria a los cambios radicales que están teniendo lugar en el sector energético. Se ha pasado en muy pocos años de un modelo en el que no se discutía la necesaria presencia de todo tipo de fuentes energéticas para poder garantizar un suministro a precios asequibles, a avizorar otro basado casi exclusivamente en fuentes limpias renovables, apoyadas por tecnologías de eficiencia, ahorro y gestión dinámica de la demanda. Los enormes progresos tecnológicos, junto a las economías de escala y aprendizaje, alcanzados en los últimos años, han permitido a las energías renovables competir en coste con las tecnologías convencionales. Esto, unido a valores como la conservación medioambiental o la soberanía energética convierten en un imperativo lógico la transformación del sector energético que se promueve con este nuevo Plan Energético Nacional.

                                          Lo importante en el sector energético
Quizá no tengamos que esperar mucho para que en nuestro país se apruebe un Plan energético que arranque su exposición de motivos con el texto inventado que encabeza este artículo. Los argumentos a favor son inatacables. El primero y principal, es que el coste de inversión de las principales tecnologías renovables no ha dejado de reducirse en los últimos años. Así, un panel fotovoltaico, que en el año 2008 costaba 810 euros, tiene ahora, sólo cuatro años después, un precio de 110 euros. No sorprende por tanto que en las oficinas de Red Eléctrica se amontonen los proyectos de enormes plantas fotovoltaicas dispuestas a competir en precio con las centrales convencionales. La eólica, por su parte, ya no necesita ningún tipo de ayuda pública para competir abiertamente en precio con las centrales de carbón y gas. Y a la termosolar le quedan sólo unos años para alcanzar la paridad con sus competidoras sucias. De hecho, en la actualidad ya hay plantas en el sur de EEUU que, con mayor dimensión y algo más de recurso solar, han firmado contratos de venta a red sin ayudas públicas.
Es cierto que aún es preciso resolver ingentes desafíos técnicos si queremos que toda la energía proceda de fuentes renovables, sobre todo debido a que muchas de estas tecnologías no son gestionables. Pero el primer escollo, lo que siempre se argumenta a la hora de descalificar a las energías limpias, su coste comparativamente superior, hace tiempo que dejó de responder a la realidad. Y esto es sólo el principio. Hoy hablamos de paridad, pero en los próximos años veremos como el sucesivo recorte en el precio de la electricidad procedente de tecnologías limpias permitirá que, con los nuevos ahorros, sean perfectamente financiables los dispositivos de almacenamiento y de gestión inteligente de la demanda que resuelvan el problema de la intermitencia del sol o del viento. Por ello, no tiene sentido que el debate energético siga centrado en determinarcuánta energía renovable nos podemos permitir, cuando deberíamos estar concentrando nuestros esfuerzos en determinar cuándo y de qué forma vamos a conseguir completar la implantación de un modelo 100 por 100 renovable. La meta debería estar clara para todos, así que lo único que quedaría sería planificar adecuadamente la transición.
Lo urgente en el sector energético
Pero claro, se nos dirá, no son tiempos para planificar. Bastante tenemos con ir saliendo del paso. Al Gobierno le toca lidiar con problemas que no pueden esperar. También en el mundo de la energía. En particular el del llamado déficit de tarifa, la diferencia entre lo que las compañías eléctricas recaudan por venta de electricidad y los costes que la normativa vigente les reconoce. En los últimos años, los consumidores han acumulado por este concepto una deuda con el sistema eléctrico de más de 24.000 millones de euros, cifra ésta que no puede sino seguir creciendo debido a la caída del consumo provocada por la crisis. Y también se nos dirá que, en buena medida, este enorme déficit ha sido provocado por el apoyo que las distintas tecnologías renovables han venido recibiendo en estos últimos años. Por tanto, si queremos evitar que los consumidores paguen un precio aún mayor por la electricidad (de las más caras de Europa en estos momentos), resulta inevitable detener en seco el crecimiento del parque renovable. De ahí el Real Decreto Ley 1/2012 que estableció la moratoria, supuestamente temporal, sobre nuevos proyectos de renovables o la Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética que establece un impuesto sobre todos los productores de electricidad, pero que, en realidad, sólo van a pagar los titulares de instalaciones renovables.

Es posible, sin embargo, aunar lo urgente con lo importante: como hemos visto, la electricidad limpia ya no es más cara que la sucia, y cada año que pase, irá aumentando la diferencia a favor a las renovables. Por lo tanto, apostar por las renovables es apostar por pagar menos a medio plazo. O incluso a corto plazo, si el Gobierno aprobara por fin la legislación que permita el autoconsumo con balance neto, es decir, la posibilidad de que los consumidores se conviertan a la vez en productores colocando paneles foto voltaicos sobre el tejado de sus viviendas e industrias.
¿Quién saldría ganando con la difusión masiva de renovables (junto a tecnologías de ahorro y eficiencia)? Todos. Porque saldría ganando el planeta, enfrentado en estos momentos al enorme desafío del cambio climático. Ganarían los ciudadanos que recuperarían control sobre sus vidas autoproduciendo su energía, gracias al sistema distribuido y modular que permiten las renovables. Y ganarían los pueblos que podrían liberarse de la tiranía del barril del petróleo y la amenaza nuclear, con materias primas energéticas (el viento, el sol, la biomasa) absolutamente ubicuas y abundantes.
Los graves problemas que enfrenta la Humanidad en relación con la energía, pero también incluso nuestro déficit de tarifa, se pueden seguir gestionando como hasta ahora: trasladando costes y sacrificios a la sociedad en su conjunto, o bien trasladando esos costes a las grandes empresas que llevan décadas aprovechando su posición oligopolística para hacerse más y más fuertes.

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